La búsqueda de la belleza absoluta, de la perfección; el deseo de alcanzar lo sublime, cueste lo que cueste. El ballet consiste en ésto. Los bailarines se convierten en obras de arte en carne y hueso que sacrifican su vida para ofrecernos ese espectáculo único que nos hace emocionarnos, vibrar, que nos transporta y hechiza. Esos cuerpos escultóricos son su medio de expresión. A diferencia de otros artistas, que recurren al pincel o al cincel para acometer sus obras, los bailarines esculpen sus propios cuerpos, que con sus movientos nos transmiten toda la pasión que llevan dentro. Sólo unos cuantos elegidos llegan al culmen de la belleza.
Black Swan, la última película de Darren Aronofsky es una auténtica obra maestra. Y Natalie Portman está sublime en su papel, un personaje sin duda complejísimo. El yin y el yang llevados al extremo.
Nunca una película me había impactado tanto. Salí del cine con un terrible Síndrome de Stendhal: sintiendo una presión en el pecho, falta de aire y una necesidad imperiosa de silencio e introspección.
La obsesión por la belleza puede ser letal. Su búsqueda puede ser fatal.
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